Patrones, legibilidad y movilidad

Written by Xavier Abadia

02/01/2020

Cualquier especie, incluida la humana, es en general predecible. Su supervivencia depende de ello. Disponer de un balance energético positivo que le permita subsistir un tiempo prolongado y reproducirse, es el objetivo inherente que impulsa a cualquier ser vivo, organismo e incluso estructura social [1].

Los documentales de fauna o flora se dedican a descubrirnos cuales son los patrones de conducta (repetitivos) que adoptan las diferentes especies para disponer de esa estabilidad y seguridad que les permite alcanzar ese balance energético positivo entre aquello conseguido y el coste que representa obtenerlo; esos patrones para conseguir alimentarse, por ejemplo, también implican a su vez una amenaza cuando otras especies los identifican y de este modo se convierten en sus depredadores. Y estas interrelaciones entre patrones, acaban determinando los sistemas ecológicos.

Cualquier comunidad humana que ha podido progresar es gracias a la existencia de normas de conducta social y cultural (tradiciones), que no son más que patrones auto-impuestos para facilitar el orden interno y la organización social, tanto para defenderse como para desarrollarse. Los patrones facilitan la legibilidad conductual y establecen un marco de estabilidad a cualquier organización social dado que todos sus miembros, al asumirlos, pueden favorecer sus necesidades individuales, pero también las grupales. Cuando estos patrones se rompen de forma brusca se producen períodos de caos, de un balance energético negativo común.Aunque algunos de estos períodos de rotura se producen por intereses espurios (sólo en humanos), otros se deben a situaciones inesperadas. Aquellas especies que saben adaptarse con mayor rapidez, de forma consciente o inconsciente a ellos (capacidad de legibilidad y resiliencia), tienen mayor probabilidad de sobrevivir hasta alcanzar un nuevo estado de orden y en ese sentido evolucionan.

Si llevamos este concepto al entorno urbano, podemos decir que funcionan mejor aquellos sistemas (redes de transporte, agua, energía o comunicaciones) que transmiten unos patrones de conducta fácilmente legibles para los usuarios. Y en especial por lo que respecta a la movilidad, la confortabilidad y eficacia la determinan elementos repetitivos que inducen a un uso cotidiano similar en cualquier lugar de la ciudad.

Un ejemplo paradigmático sería el Ensanche Cerdá de Barcelona. Bajo unos pocos parámetros se fue implementando respetando una estructura urbanística y viaria básica, y cuyas dimensiones le han proporcionado además, capacidad de ordenamiento y adaptación, a pesar de haber sido traicionado en aspecto puntuales, como la altura edificatoria o la ocupación del interior de manzana. Los patrones repetitivos fácilmente legibles tanto para residentes como foráneos en su estructura viaria ha proporcionado una alto grado de eficacia a lo largo del tiempo, adaptándose a las circunstancias de cada época.

La pandemia COVID19 ha supuesto uno de esos factores inesperados que, aunque sea de forma temporal, han transformado de forma brusca los patrones habituales de movilidad urbana y territorial, afortunadamente de forma leve[2]. Hay quien ha visto en todo ello una cierta advertencia apocalíptica (típico en cualquier época con situaciones similares) y considerarlo un motivo para acelerar cambios y hacer las cosas de forma diferente; pero también como mecanismo de desfogue o para dar constancia política de respuesta rápida, modificando por ejemplo la estructura viaria.

Estas dos circunstancias se han unido en estos días en Barcelona y en numerosas ciudades del mundo. Aunque ya existía una política orientada a mejorar el espacio público para modos de transporte de proximidad a partir del modelo de Supermanzanas [3], la situación ha sido aprovechada como excusa perfecta para acelerar el proceso de implementación, mediante actuaciones denominadas de “urbanismo táctico”, ampliando las aceras utilizando pintura en la calzada o ubicando en ella también una extensión de las terrazas de los bares (que hasta el momento denominábamos los técnicos “de bajo coste”).

Pero si bien la buena intención se acepta, lo cierto es que el resultado está siendo mediocre, por no decir inaceptable. En este caso, la expresión inglesa: “the road to hell is paved of good intentions” ilustra bastante bien el fondo de la cuestión.

Los técnicos ya sabemos que los cambios de hábitos – en movilidad especialmente- generan un gran malestar en un pequeño grupo de población. Pero lo que se advierte por numerosas opiniones en prensa escrita, digital o radio es además un desconcierto general.

El problema no es en realidad el mayor o menor grado ideologización (contra el vehículo motorizado privado) de las medidas y su grado de aplicación, dejando de lado a una buena parte de población (a la que se dice escuchar con mucha participación). Es la rotura de los patrones de usabilidad que rigen el Ensanche y la ausencia de legibilidad de los nuevos elementos aplicados: colores y diseños inapropiados, elementos de mobiliario inútiles o inseguros y un cambio en la estructura viaria que desconcierta a todo tipo de usuarios, que de la noche a la mañana ven cercenados sus patrones de conducta: de circulación y estacionamiento. El resultado, que se puede observar tan sólo paseando, es la cantidad de infracciones que se producen. En resumen, una pérdida de eficacia, seguridad y deterioro ambiental, al multiplicar la congestión debido a mayor número de conductores intentado decidir como actuar.

Esta situación denota en realidad una desatención sobre el carácter sistémico de la movilidad o algo peor, un desconocimiento del mismo. Sea por uno de ambos motivos, lo cierto es que, a costa de los usuarios y del dinero público, se han ido aplicando aquí y allí acciones sin el contexto urbano ni social adecuados y cuyo resultado, además del deterioro general de la movilidad, puede ser al final el de un grado de rechazo social tal que acabe por impedir o ralentizar el desarrollo del modelo de Supermanzanas una década, como ya sucedió en el malogrado caso de la Diagonal y el tranvía en 2010.

[1] Energón, la evolución y la energía. Hans Hass. Ed 2001. Ed Katelani

[2] Afortunadamente leve en conjunto si se tienen en cuenta que la mal denominada Gripe española de 1918-19 se estima que mató entre 50 y 100 millones de personas en 11 meses. (https://ca.wikipedia.org/wiki/Pand%C3%A8mia_de_grip_de_1918).

[3] PMU Barcelona (2013-2018)

 X.Abadia (2/01/2021)

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